sábado, 16 de mayo de 2009

Chejov a A.S. Suvórin


Miélijovo, 14 de diciembre de 1896.

Recibí sus dos cartas sobre El tío Vania1, una en Moscú, otra en casa. No hace mucho recibí además una carta de Kóni2, que estuvo en La Gaviota. Usted y Kóni me han brindado con sus cartas no pocos buenos momentos, pero yo, con todo, tengo el alma como de piedra, no siento por mis piezas nada, excepto repulsión, y leo la corrección a la fuerza. Usted me dirá de nuevo que eso es no inteligente, estúpido, que eso es amor propio, orgullo y demás y demás. Lo sé, ¿pero qué hacer pues? Yo me alegraría de librarme de una sensación estúpida, pero no puedo y no puedo. El culpable de eso no es que mi pieza fracasó, pues la mayoría de mis piezas fracasaron antes también3, y cada vez me importó un bledo. El 17 de octubre no tuvo éxito no la pieza, sino mi persona. A mí ya, durante el primer acto, me sorprendió una circunstancia, y precisamente: esos, con quienes yo, hasta el 17 de octubre, me franqueaba amistosa y afectivamente, almorzaba con descuido, por quienes rompía las lanzas (como, por ejemplo, Yasínskii4), todos esos tenían una expresión extraña, terriblemente extraña… En una palabra, sucedió eso, que dio motivo a Léikin5 para expresarme en una carta su condolencia, por que yo tenía tan pocos amigos; a La semana para preguntar: “¿qué les hizo Chejov6?”; y a la Teatral para incluir toda una correspondencia (Nº 95) sobre que, al parecer, la hermandad de escritores me organizó un escándalo en el teatro7. Yo ahora estoy tranquilo, mi estado de ánimo es el habitual, pero con todo no puedo olvidar lo que pasó, como no podría olvidar, por ejemplo, si me pegaran.
Ahora un ruego. Envíeme el soborno habitual de cada año, su calendario8, ¿y acaso no hallará usted posible, a través de alguna persona que esté cerca de la Dirección central, hacer un certificado de por qué razón, hasta ahora, aún no nos han autorizado la revista La cirugía? ¿Será autorizada acaso9? El pedido fue entregado por mí aun el 15 de octubre, a nombre del prof. Diákonov. El tiempo no espera, sufrimos pérdidas inmensas.
Sítin10 compró una posesión en las afueras de Moscú por 50 mil, a 14 vérstas de la estación, cerca de la carretera.
Usted divide las piezas en actuables y leíbles. ¿En qué categoría -leíble o actuable- ordena incluir La bancarrota11, en particular, ese acto donde Dalmátov y Mijáilov, en el transcurso de todo el acto, hablan los dos sólo de contabilidad y tienen un éxito enorme? Yo pienso que si una pieza leíble es actuada por buenos actores, pues se vuelve actuable.
Yo preparo un material para un libro tipo Sajalín, en el que describiré todas las 60 escuelas rurales de nuestro distrito, tomando exclusivamente su lado cotidiano administrativo. Para consumo de los del zémstvo12.
Le deseo bienes terrenales y celestiales, sueño profundo y buen apetito.

Suyo, A. Chejov.

1Alexéi Suvórin prepara en su editorial el libro Piezas, A.P. Chejov; tras leer la pieza El tío Vania por primera vez en la galera, escribe a Chejov sus impresiones.
2Carta de Anatólii Kóni del 11 de noviembre de 1896.
3El silvano no tiene éxito en su estreno, en el teatro de María Abrámova, en San Petersburgo.
4En su artículo de Las noticias de la bolsa, Yeroním Yasínskii refiere: "Otra razón, de por qué la pieza no fue aceptada ni por los actores, ni por el público: todos estaban confundidos. ¿En qué lugar empezó esa confusión?, no se puede definir con exactitud. Los rostros ardían de la vergüenza. Es una infinita lástima, que la pieza tanto no se dio" (Chejov, Esbozo biográfico, A. Izmáilov, pag. 406).
5Nikolai Léikin, editor de Retazos, escribe a Chejov el 27 de octubre de 1896: “¡Ah, cómo nosotros, sus amigos, nos indignamos con los reseñistas durante la primera presentación de La Gaviota! Ellos, al instante después del primer acto, silbaron, corrieron por los pasillos y al buffet, exclamando con aplomo: ‘¡Dónde está la acción ahí! ¿Dónde están los tipos? Agua y más agua’, preparando directamente el fracaso de la primera presentación, ya que se dirigían con sus pláticas a los asiduos del beneficio” (A.P. Chejov, Obr. com., pag. 575).
6En su artículo Ideas y encuentros, de La semana, el crítico V.G. escribe: “¿A quién cuál mal le pudo hacer Chejov, a quién ofender, a quién molestar para merecer esa rabia que le cayó encima de repente, de algún lugar? ¿Será posible que para eso sea suficiente ser talentoso, querido, célebre?” (Ibid., pag. 575).
7En su artículo Sobre el primer espectáculo de La Gaviota, de Teatral, el crítico S.T. escribe: “Fue una suerte de burla al autor y a los artistas, una suerte de frenético goce maligno de cierta parte del público, como si la sala de espectáculo hubiera estado colmada, en una buena mitad, por los enemigos mortales de Chejov… En particular, gozaron de modo maligno los versados severos y los jueces de la 'hermandad' de escritores. Allí se saldaron cuentas personales…” (Ibid., pag. 575).
8El calendario ruso, anuario editado por Alexéi Suvórin.
9Con sus esfuerzos constantes, Chejov salva la revista La cirugía; su publicación continúa en 1897, bajo la redacción de Piótr Diákonov, cirujano, profesor de la Universidad de Moscú.
10Iván Sítin, editor de la revista La cirugía, librero.
11La bancarrota, pieza de Bjørnstjerne Bjørnson, escritor noruego.
12Chejov no culmina este trabajo, pero intercala muchos de sus conceptos sobre las escuelas rurales en sus obras de ficción.

Imagen: Mijail Satarov, El camino del templo, XXI.