sábado, 31 de mayo de 2008

Mi conversación con el administrador de correos


-Dígame, por favor, Semión Alexéich, -me dirigí al administrador de correos, al recibir de éste un paquete de dinero por un rublo, -¿para qué, a los paquetes de dinero, le pegan cinco sellos?
-No se puede sin eso... –respondió Semión Alexéich, arqueando las cejas de modo excesivo.
-¿Y por qué?
-Y porque sí... ¡No se puede!
-Ve, en cuanto yo entiendo, estos sellos exigen un sacrificio, tanto por parte de los habitantes, como por parte del gobierno. Al aumentar el peso del paquete, éstos, con lo mismo, golpean el bolsillo del habitante; al quitarle tiempo a los funcionarios para su pegado, causan un perjuicio a la tesorería. Si traen a alguien un provecho visible, pues es acaso, a los fabricantes de lacre...
-Tienen pues los fabricantes que vivir de algo... –observó Semión Alexéich con sabiduría.
-Así es, pero es que los fabricantes podrían traer provecho a la patria en otra palestra... No, en serio, Semión Alexéich, ¿qué sentido tienen estos cinco sellos? ¡No se puede pues pensar, que se peguen en vano! ¿Tienen un significado simbólico, profético, o algún otro? ¡Si eso no constituye un secreto estatal, pues explíqueme, hijito!
Semión Alexéich pensó un poco, suspiró y dijo:
-M-sí... ¡Por lo tanto, sin éstos no se puede, si los pegan!
-¿Y por qué? Antes, cuando los sobres eran sin pegamento, puede ser, tenían un sentido como medio preventivo contra los violadores, pero ahora...
-¡Pues ve! –se alegró el administrador de correos. -¿Y acaso no hay violadores?
-Pero ahora, –continué, –los sobres tienen un pegamento de goma arábiga, que es más fuerte que cualquier lacre. Y además, usted envuelve los paquetes con tantos papeles y fardos, que hasta a un infusorio, no ya a un ladrón, le sería difícil abrirlos. ¡Y contra quién sellarlos, no entiendo! El público de ustedes no roba, y si alguno de vuestros rangos bajos quiere violarlos, pues ése no mira los sellos. Ustedes mismos saben, que para quitar el sello y pegarlo de nuevo al lugar, ¡basta escupir una vez!
-Eso es cierto… -suspiró Semión Alexéich. -De tus ladrones no te proteges…
-¡Bueno, pues ve! ¿Para qué entonces el sello?
-Si entrar en todo… -pronunció el administrador de correos largamente, -y pensar en todo, cómo, por qué y para qué, pues el cerebro se dispersa, mejor haz así como se indica… ¡En verdad!
-Eso es justo… -convine yo. –Pero permítame aún una pregunta… Usted es un especialista por el lado del correo, y por eso dígame, por favor, ¿por qué, cuando una persona nace o se casa, pues no hay tales procedimientos, como cuando envía o recibe dinero? Tomemos de ejemplo, siquiera, a mi mamásha, que me envió este mismo rublo. ¿Usted piensa, que eso a ella le salió fácil? No-oo-o, a ella le es más fácil hacer cinco niños, que enviarme este mismo rublo… Juzgue usted mismo… Ante todo, ella tuvo que andar tres vérstas1 hasta el correo. En el correo hay que estar largo tiempo, y esperar el turno. ¡La civilización no llegó aún al correo con sillas y bancos pues! La viejecita está parada, y ahí le dicen: “¡Esperen! ¡No se amontonen! ¡Ruego no acodarse!”
-Sin eso no se puede…
-No se puede, pero permítame… Esperó hasta el turno, ahora el receptor toma el paquete, frunce el ceño y lo lanza de vuelta. “Usted, dice, olvidó escribir ‘de dinero’”… Mi viejecita va del correo a la tiendita, para escribir ahí “de dinero”, de la tiendita de nuevo al correo, a esperar el turno... Bueeno, el receptor toma el paquete de nuevo, cuenta el dinero y dice: “¿Su lacre?” Y mi mamásha, ese lacre, no lo tiene ni en la imaginación. En la casa, no tiene que tenerlo, y en la tiendita, usted mismo sabe, el palito cuesta un gríviennik2. El receptor, por supuesto, se ofende, y empieza a pegar el paquete con el lacre público. Le pegan unos sellotes, que ya no por palas, sino por carretadas tienes que contarlos. “¡Su sello, dice!” Y mi mamásha, excepto el dedal y los lentes de acero, no tiene ningún otro mueble…
-Se puede y sin sello…
-Pero permítame… Luego siguen los pesos, los seguros, por el lacre, por el recibo, por… ¡la cabeza te da vueltas! Para enviar un rublo, hay que tener consigo, seguro, por si acaso, dos… Bueeno, apuntan el rublo en 20 libros, y finalmente lo envían… Lo recibe usted ahora aquí, en su correo. Usted, en primer lugar, lo apunta en 20 libros, lo numera con cinco números y lo guarda bajo diez llaves, como algún bandido o sacrílego. Luego, el cartero me trae una notificación suya, y yo firmo que la notificación fue recibida en tal cual fecha. El cartero se va, y yo empiezo a caminar de una esquina a la otra, y a hablar entre dientes: “¡Ah, mamásha, mamásha! ¿Por qué se enfureció conmigo? ¿Y por cuál falta me envió este mismo rublo? ¡Pues ahora te mueres con las molestias!”
-¡Y hablar entre dientes de los padres es pecado! –suspiró Semión Alexéich.
-¡Así-así y es, pues! Es pecado, ¿pero cómo no hablar entre dientes? Estás de asuntos hasta el cuello, y tú ve a la policía, y certifica la identidad y la firma… Bueno aún que el certificado vale sólo unos 10-15 kópeks, pero, ¿qué si cobraran por éste unos cinco rublos? ¿Y para qué, se pregunta, es el certificado? Usted, Semión Petróvich, me conoce perfectamente…Y estuve en el baño con usted, y tomamos té juntos, y conversamos conversaciones inteligentes… ¿Para qué pues, le hace falta a usted mi certificado de identidad?
-¡No se puede, es la forma!... La forma, señor mío, es un tema que… mejor no enredarse… ¡La formalística, en una palabra!
-¡Pero usted me conoce pues!
-¡Acaso es poco lo que! Yo sé que es usted pero… ¿y de pronto no es usted? ¡Quién lo conoce a usted! ¡Puede, que usted es un incógnito!
-Y si razonara usted: ¿qué ventaja hay para mí, en falsificar una firma ajena para robar dinero? ¡Pues eso es falsificación! Es mucho menor el castigo si yo, simplemente, vengo aquí, a donde usted, y me robo todos los paquetes del baúl… No-o, Semión Alexéich, en el extranjero este asunto está puesto con más sencillez. Allá el cartero va a verlo, y: “¿Usted es fulano de tal? ¡Reciba el dinero!”
-No puede ser eso…-movió la cabeza el administrador de correos.
-¡Ahí tiene y no puede ser! Allá todo se basa en la confianza mutua… Yo confío en usted, usted en mí… Hace poco vino a verme el vigilante de manzana, a recibir por los gastos judiciales… ¡Pues yo no le exigí a él el certificado de identidad, sino así, le di a él el dinero! Nosotros, los habitantes, no le exigimos a ustedes, sino ustedes…
-Si profundizar en todo, -me interrumpió Semión Alexéich sonriendo con tristeza, -y si resolverlo todo, cómo, qué, por qué y para qué, pues para mí es mejor…
El administrador de correos no terminó de decir, dejó de la mano y, tras pensar un poco, dijo:
-¡No es asunto de nuestra mente eso!

1Vérsta, antigua medida rusa de superficie, igual a 1,06 km.
2Gríviennik (expresión familiar), antigua moneda rusa de 10 kópeks.

Título original: Moi razgovor s pochtmeisterom, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1886, Nº 11, con la firma “A. Chejonté”.
Imagen:
Edgar Degas, Retratos en una oficina, 1873.