martes, 6 de mayo de 2008

El muro


...personas que terminaron
cursos en centros especiales
están sin hacer nada u ocupan
puestos que no tienen nada que
ver con su especialidad, y de
esta forma la educación
técnica superior es por ahora
en nuestro país improductiva...
De un editorial


-Ahí, su excelencia, viene dos veces al día cierto Máslov, pregunta por usted... –decía el ayuda de cámara Iván, afeitando a su señor Búkin. –Y hoy vino, contó, que quiere emplearse de administrador... Prometió venir hoy a la una... ¡Un hombre excéntrico!
-¿Qué pasa?
-Se sienta en el recibidor y murmura todo el tiempo. Yo, dice, no soy un lacayo ni un solicitante, para estar dos horas pegado en el recibidor. Yo, dice, soy un hombre instruido... Aunque tu señor sea general, dile que es descortés torturar a la gente en el recibidor...
-¡Y tiene infinitamente razón! –frunció el ceño Búkin. –¡Cuán nada táctico eres a veces, hermano! Ves, que es un hombre honesto, de los limpiecitos, bueno, lo hubieras invitado a algún lugar... ¿a tu recámara, o qué?..
-¡Un pájaro sin importancia! –sonrió Iván con malicia. –No de general viniste a emplearte, siéntate en el recibidor. Se sienta gente más limpia que tu nariz, y no se ofende... Si eres el administrador, el sirviente de tu señor, pues sé un administrador, no tienes que inventar inventos, meterte a instruido... También, mira tú, quería ir a la sala... jeta sucia... ¡Y ahora salieron muchos hombres ridículos, su excelencia!
-Si viene hoy otra vez ese Máslov, pues ruégale...
A la una en punto se presentó Máslov. Iván lo condujo al gabinete.
-¿A usted, el conde lo envió a verme? –lo recibió Búkin. -¡Mucho gusto en conocerlo! ¡Siéntese! Mire, siéntese aquí, joven, ahí está mas blando... Usted ya estuvo aquí... me hablaron de eso pero, pardon, yo siempre estoy en ausencia u ocupado. Fume, queridísimo... Sí, realmente necesito un administrador... Con el anterior no nos entendimos un poquito... Yo no le satisfacía, él no me complacía; surgieron, sabe, los desacuerdos... Je-je-je... ¿Usted administró antes, en algún lugar, una granja?
-Sí, con Kirchmayer serví un año de administrador menor... La granja fue vendida en subasta, y tuve que retirarme a la fuerza... Experiencia yo, por supuesto, casi no tengo, pero terminé la Academia agrícola de Petróvskii, donde estudié agronomía... Pienso que mis ciencias, al menos un poco, suplirán la práctica...
-¿Pero qué ciencias ahí, padrecito? Vigilar a los trabajadores, a los guardabosques... vender el pan, presentar la rendición una vez al año... ¡ahí no hace falta ninguna ciencia! Ahí hace falta un ojo avizor, una boca con colmillo, un vozarrón... Por lo demás, los conocimientos no molestan... –suspiró Búkin. –Bueno, mi granja se encuentra en el gobierno de Orlóvskii. De cómo, qué y por qué, se enterará, mire, por estos planes y cuentas; yo mismo pues, nunca estoy en la granja, no me meto en los asuntos, y de mí, como de Raspliúev1, no conseguirá nada, excepto que la tierra es negra, el bosque verde... Las condiciones, pienso, quedarán las anteriores, o sea, mil de salario, el apartamento, las provisiones, el carruaje ¡y una absoluta libertad de acción!
“¡Sí, es una almita!” –pensó Máslov.
-Sólo mire qué, padrecito... Perdone, pero es mejor convenir de antemano, que pelearse después. Haga allá lo que quiera, pero Dios lo guarde de las innovaciones, no saque de quicio a los mujíks, y lo principal de todo, afánese no más de mil al año...
-Perdone, no oí la última frase... –musitó Máslov.
-Afánese no más de mil al año... Por supuesto, sin afanar no se puede arreglarse, pero, querido mío, ¡medida, medida! Su antecesor se aficionó, y se levantó cinco mil sólo en lana, y... y nos separamos. Por supuesto, a su modo él tiene razón... el hombre busca donde es mejor, y la camisa propia es más cercana al cuerpo2 pero, convenga, para mí eso es pesadito. Así que recuerde pues: mil se puede... bueno, si es así ya, dos mil, ¡pero no siga!
-¡Usted habla conmigo como con un estafador! –se encendió Máslov, levantándose. –Disculpe, yo a estas conversaciones no estoy acostumbrado...
-¿Sí? Como guste... No me atreveré a retenerlo...
Máslov tomó el gorro y salió con rapidez.
-¿Qué, papá, contrataste al administrador? –le preguntó a Búkin su hija, tras la salida de Máslov.
-No... Es muy chico... este... honrado...
-¡Y qué, excelente! ¿Y qué más te hace falta?
-No, sálvenos el Señor y guárdenos de los hombres honrados... Si es honrado pues, seguro que no conoce su asunto, o es un aventurero, un tarabilla... un imbécil. Líbrenos Dios... El honrado no roba, no roba, pero en cambio, te araña de golpe una vez así, que te quedas con la boca abierta... No, almita, sálvenos Dios de esos honrados...
Búkin pensó un poco y dijo:
-Cinco hombres se presentaron, y todos son como éste... ¡El diablo sabe qué suerte! Tendré, probablemente, que invitar al administrador anterior...

1Raspliúev, personaje de La boda de Kriechínskii, comedia de A.V. Sujói-Kobúilin.
2La camisa propia es más cercana al cuerpo (proverbio), aproximadamente, “más cerca están mis dientes que mis parientes”.

Título original: Stiená, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1885, Nº 38, con la firma “A. Chejonté”.
Imagen:
John Singer Sargent, Asher Wertheimer, 1898.