lunes, 24 de marzo de 2008

Chejov a M.V. Kiselióva

Moscú, 14 de enero de 1887.

Su Arca es muy simpática, estimada María Vladímirovna; hay aspereza, pero la brevedad y la manera masculina del cuento lo compensan todo1. No deseando actuar como un juez unipersonal de su criatura, se la envío para lectura a Suvórin, un hombre bastante entendido. Su opinión se la informaré a tiempo… Y ahora permítame disputarle su crítica… Incluso su elogio de En el camino no apaciguó mi cólera de autor, y me apresuro a vengarme por Tina. Cuídese, y para no caerse desmayada, agárrese más fuerte del espaldar de la silla. Bueno, empiezo…
Cada artículo crítico, hasta el injurioso e injusto, es recibido comúnmente con una reverencia silenciosa, tal es la etiqueta literaria... Responder no se acostumbra, y a todos los que responden les reprochan, justamente, un excesivo amor propio. Pero ya que su crítica tiene el carácter de “una plática nocturna en el flanquito de la accesoria de Bábkino, o en la terraza de la casa señorial, en presencia de Ma Pa
2, el Monedero falso3 y Levitán”, y ya que ésta, obviando las partes literarias del cuento, traslada la cuestión a un terreno común, pues yo no pecaré contra la etiqueta si me permito continuar nuestra plática.
Ante todo, yo así mismo, como usted, no amo la literatura de esa tendencia, sobre la que usted y yo estamos tratando. Como lector y habitante, yo me aparto de ésta
con gusto, pero si me pregunta mi opinión honesta y sincera sobre ésta, pues le diré que la cuestión sobre su derecho a la existencia aún está abierta, y no resuelta por nadie, aunque Olga Andréevna4 piensa que la resolvió. Y yo, y usted, y los críticos de todo el mundo no tenemos ningún antecedente sólido, para tener derecho a negar esa literatura. Yo no sé quién tiene razón: ¿Homero, Shakespeare, Lope de Vega, en general los antiguos, que no temían revolver la “pila de estiércol”, pero eran mucho más estables que nosotros en el sentido moral, o los escritores modernos, solemnes en el papel, pero fríamente-cínicos en el alma y la vida? Yo no sé quién tiene mal gusto: ¿los griegos acaso, que no se avergonzaban de ensalzar el amor, tal como es éste realmente en la hermosa naturaleza, o los lectores de Gaboriau5, Marlitt6, Pierre Bobo7? Semejante a las cuestiones sobre la no resistencia al mal, el libre albedrío y demás, esa cuestión puede ser resuelta sólo en el futuro. Nosotros podemos sólo recordar sobre ésta, pero resolverla significa salirnos de los límites de nuestra competencia. La referencia a Turguéniev y a Tolstói, que eludieron “la pila de estiércol”, no aclara esta cuestión. Su aprensión no demuestra nada: pues hubo y antes de ellos una generación de escritores, que consideraba una suciedad no sólo a “los canallas y las canallas”, sino incluso la descripción de los mujíks y los funcionarios por debajo de los titulares. Y un período, por muy floreciente que sea, no nos da derecho a extraer una conclusión a favor de una u otra tendencia. La referencia a la influencia corruptora de la tendencia nombrada tampoco resuelve la cuestión. Todo en esta tierra es relativo y aproximado. Hay personas a las que corrompe incluso la literatura infantil, que con peculiar placer leen en los salmos y las parábolas de Salomón lugarcitos picantes, hay y tales, que mientras más conocen la suciedad cotidiana, más puras se hacen. Los publicistas, los juristas y los médicos, dedicados a todos los secretos del pecado humano, no son conocidos como inmorales; los escritores realistas, muy a menudo, son más morales que los archimandritas. Y al final de todo, ninguna literatura puede hacer sombra con su cinismo a la vida real, con una copita usted no embriagará a ese, que ya se bebió un barril entero.
2) Que en el mundo “pululan los canallas y las canallas”, eso es verdad. La naturaleza humana no es perfecta, y por eso sería extraño ver en la tierra sólo a los justos. Pensar que es obligación de la literatura desenterrar de la pila de canallas un “germen”, significa negar la misma literatura. La literatura de ficción se llama de ficción, porque dibuja la vida tal como es en la realidad. Su designio es la verdad incondicional y honesta. Reducir sus funciones a tal especialidad como la obtención del “germen”, es tan mortal para ésta, como si usted obligara a Levitán a dibujar un árbol, tras ordenarle no tocar la corteza sucia ni las hojas amarillentas. Yo estoy de acuerdo, el “germen” es una cosa buena, pero es que un literato no es un confitero, un retocador, un divertido; es un hombre obligado, contratado por la conciencia de su deber y vergüenza; si le dan el anillo, que ponga el dedillo, y por muy espantoso que le resulte, está obligado a combatir su aprensión, a manchar su imaginación con la suciedad de la vida. Él es lo mismo que cualquier simple corresponsal. ¿Qué diría usted si un corresponsal, por un sentimiento de aprensión o por el deseo de darle gusto a los lectores, describiera sólo a los alcaldes honestos, las señoritas sublimes y los ferroviarios virtuosos?
Para los químicos no hay nada que no sea impuro en la tierra. Un literato debe ser tan objetivo como un químico; debe renunciar a la subjetividad cotidiana, y saber que las pilas de estiércol en el paisaje juegan un papel muy honorable, y que las malas pasiones son tan propias de la vida como las buenas.
3) Los literatos son hijos de su siglo y por eso, como todo el público restante, deben subordinarse a las condiciones exteriores de la convivencia. Así, deben ser incondicionalmente decentes. Sólo eso tenemos derecho a exigirle a los realistas. Por lo demás, contra la ejecución y la forma de
Tina usted no dice nada... Por lo tanto, yo fui decente.
4) Yo, confieso, rara vez platico con mi conciencia cuando escribo. Se explica eso con la costumbre y la menudencia del trabajo. Y por eso, cuando expreso una u otra opinión sobre la literatura, no me tomo en cuenta.
5) Usted escribe: “
Si fuera redactor, yo, para su propio provecho, le devolvería ese folletín”. ¿Por qué no ir más lejos? ¿Por qué no tomar de reata a los propios redactores que publican tales cuentos? ¿Por qué no anunciar también una severa amonestación a la Dirección central de asuntos de prensa, que no prohíbe los periódicos amorales?
Lamentable sería el destino de la literatura (grande y menuda) si la entregaran al arbitrio de las visiones personales. Eso es uno. En segundo, no hay una policía que se considere competente en los asuntos de la literatura. Yo estoy de acuerdo, sin el freno y el palo no se puede, ya que incluso en la literatura se inmiscuyen los tahúres pero, cómo no lo piense, no inventará una mejor policía para la literatura, que la crítica y la vergüenza personal de los autores. Pues desde la creación del mundo inventan, pero no inventaron nada mejor...
Usted desearía pues, que yo sufriera una pérdida de 115 rublos, y que el redactor me armara una confusión. Otros, entre ellos su padre, están en éxtasis con el cuento. Los cuartos le envían cartas injuriosas a Suvórin, difamando de cualquier modo al periódico, a mí, y demás. ¿Quién tiene la razón? ¿Quién es el verdadero juez?
6) Luego usted escribe: “
Ofrézcale escribir éstos a esos diversos escritorzuelos de espíritu bajo y desheredados de la fortuna, como pues: Okréitz, Pince-nez, Aloe… ” ¡Que la perdone Alá, si usted escribió esas líneas con sinceridad! El tono indulgente-despectivo en relación con las personas pequeñas, sólo porque éstas son pequeñas, no le hace honor al corazón humano. En la literatura los rangos pequeños son tan necesarios como en el ejército, así dice la cabeza, y el corazón debe decir aún más…
¡Uf! La fatigué con mi largueza… ¡Si hubiera sabido que la crítica saldrían tan larga, no me hubiera puesto a escribir… ¡Perdone, por favor!
Nosotros iremos. Queríamos ir el 5 pero… me lo impidió el congreso de médicos; tras éste me lo impidió el día de Tatiana, y el 17 tenemos una velada: ¡¡el onomástico de “él”!! Un baile brillante con judías, indias y las Yáshenkas
8. Después del 17 vamos a designar el día para el viaje a Bábkino.
Usted leyó mi En el camino… Bueno, ¿qué le parece mi audacia? Escribo de lo “inteligente” y no temo. En Peter causé un furor estrepitoso. Un poco antes diserté sobre la “no resistencia al mal”
9, y también asombré al público. Los números navideños de todos los periódicos me regalaban cumplidos, y en el librito de diciembre de La Riqueza rusa, donde publica Liév Tolstoi, hay un artículo de Oboliénskii (dos pliegos de imprenta) bajo el título Chejov y Koroliénko. El chico se extasía conmigo, y demuestra que yo soy más artista que Koroliénko… Probablemente, miente, pero de todas formas empiezo a sentir un mérito en mí: yo soy el único que, no publicando en las revistas gruesas, y escribiendo la basura periodística, conquistó la atención de los críticos de orejas caídas, un ejemplo así aún no hubo… El Observador me injurió, ¡y le tocó por eso10! A fines del año 86 yo me sentía un hueso que habían arrojado a los perros…
La pieza de Vladímir Petróvich se publica en la Bilioteca teatral
11, de donde será enviada a todas las grandes ciudades.
Yo escribí una pieza en cuatro cuartitos
12. Ésta se va a interpretar en 15-20 minutos. Es el drama más pequeño del mundo. Va a actuar en ella el conocido Davídov, que sirve ahora con Korsh. Se publica en La Temporada, y por todo eso se agotará. En general, es mucho mejor escribir las cosas pequeñas que las grandes: poca pretensión, y tiene éxito… ¿qué más pues hace falta? Mi drama lo escribí en 1 hora y 5 minutos. Empecé otro pero no lo terminé13, ya que no hay tiempo.
A Alexéi Serguéevich le escribiré cuando él regrese de Volokolámsk… La reverencia más profunda a todos. Usted, por supuesto, perdone que le escribo una carta tan larga. Se me soltó la mano…
Felicito a Sásha y a Serguéi por el año nuevo.
¿Recibe Seriózha el Alrededor del mundo?
Devoto y respetuoso

A.Chejov.

1El arca de Hércules, cuento de María Kiselióva corregido por Chejov; se publica en la revista El manantial, en marzo de 1888.
2"Ma-Pa”, apodo de María Chejova, hermana del escritor.
3Monedero falso, perro de los Kiselióv.
4Olga Andréevna Golojvástova, escritora, vive en Voskresiénsk.
5Emile Gaboriau, escritor francés, autor de las novelas policiacas El expediente y El caso Lerouge, entre otras.
6Eugenia Marlitt, escritora alemana, autora de La princesita de los brezos y La casa de los búhos, entre otras novelas.
7Piótr Boboríkin (de seudónimo “Pierre Bobo”), escritor.
8María Yánova y Nadiézhda Yánova, hermanas, conocidas de la familia Chejov, notorias por sus actitudes de “señorita”.
9En La hermana (Tiempo nuevo, 1886, 22 de noviembre), Chejov lo titula después Buenas personas.
10
Reseña anónima de la revista El Observador, Nº 12, con una crítica de los Cuentos abigarrados, de Antón Chejov.
11El pájaro de fuego, pieza de Vladímir Biéguichev (padre de María Kiselióva), publicada en la Biblioteca teatral, dirigida por S. Rassójin.
12El Canto del cisne (Kalsjás).
13Probablemente, Hamlet, príncipe de Dinamarca.

Imagen: Antón Shumeyko, Madrugada, 2003.