sábado, 29 de marzo de 2008

Chejov a A.S. Suvórin


Moscú, entre 20-25 de noviembre de 1888.


...¡Ah, qué cuento empecé! Lo llevaré y le rogaré a usted leerlo. Escribo sobre el tema del amor. Escogí la forma folletinesca-literaria. Un hombre honrado le llevó a un hombre honrado la esposa, y escribe sobre eso su opinión; vive con ella -una opinión; se separa -de nuevo una opinión. Fugazmente, hablo del teatro, del prejuicio de la “diferencia de convicciones”, del camino militar georgiano, de la vida familiar, de la incapacidad del intelectual contemporáneo ante esa vida1, de Pechórin2, de Oniéguin3, del Kazbék4... Tal vinaigrette5, que Dios me salve. Mi cerebro bate alas, pero adonde volar –no sé.

Usted escribe que los escritores son un pueblo escogido de Dios. No empezaré a discutir. Scheglóv me llama el Potiómkim6 de la literatura, y por eso no soy quien para hablar del camino espinoso, las desilusiones, y demás. No sé, si acaso sufrí alguna vez más de lo que sufren los zapateros, los matemáticos, los conductores; no sé quién predice por mi boca, Dios o alguien peor. Yo me permitiré constatar sólo una cosa, un pequeño desagrado que experimenté en mí mismo y que, probablemente, usted también conoce por experiencia. El asunto está he aquí en qué. Usted y yo queremos a las personas comunes, pero a nosotros nos quieren porque ven en nosotros personas no comunes. A mí, por ejemplo, me invitan a todas partes de visita, en todas partes me dan de comer y beber, como al general en la boda; mi hermana se perturba con que la invitan a todas partes, por que es hermana de un escritor. Nadie quiere querer en nosotros a las personas comunes. De aquí se deduce que si mañana nosotros, a los ojos de los buenos conocidos, nos mostramos como mortales comunes, pues nos dejarán de querer, y sólo nos van a compadecer. Y eso es infame. Es infame y que en nosotros quieren eso que nosotros, a menudo, no queremos y no estimamos en sí mismos. Es infame que yo tenía razón cuando escribía el cuento El pasajero de I clase7, donde el ingeniero y el profesor razonan sobre la fama.

Me iré a la granja. ¡Al diablo con ellos! Usted tiene Feodósia8.

A propósito de Feodósia y los tártaros. A los tártaros les malversaron la tierra, pero en su bienestar nadie piensa. Se necesitan escuelas tártaras. Escriba que el dinero, gastado en la salchichera Universidad de Diérptskii9, donde estudian los inútiles alemanes, el ministerio se lo dé para las escuelas a los tártaros, que son útiles a Rusia. Yo mismo escribiría sobre eso, pero no sé.

Léikin me envió un vodevil de su creación10 muy divertido. Es un hombre único en su género.

Que esté saludable y dichoso.


Suyo, A. Chejov.

Dígale a Máslov, que el destino de su pieza11 se resuelve: oscilación ya a uno, ya a otro lado. Pusieron una pieza española12 y se hundieron, a poner otra no se deciden.

1Posiblemente, una primera variante del relato El duelo.
2
Evguénii Oniéguin, personaje principal de Evguénii Oniéguin, novela en verso de Alexánder Púshkin.
3
Grigórii Pechórin, personaje principal de Un héroe de nuestro tiempo, novela de Mijaíl Liérmontov.
4Kazbék, montaña del Cáucaso, en Georgia, de 5 033 mts. de altura.
5
Vinaigrette, salpicón; ensaladilla rusa con remolacha; (expresión familiar), ensalada, mezcolanza, revoltijo.
6Grigórii Potiómkin (1739-91), general del ejército imperial ruso, favorito de la emperatriz Ekaterina II.
7El pasajero de I clase, publicado en el periódico Tiempo nuevo (1886, Nº 3765, con la firma: “An. Chejov”).
8Feodósia, ciudad a orillas del Mar Negro, donde Suvórin tiene una propiedad.
9Universidad de Diérptskii, fundada en 1802.
10
El compadre bombero, SPb., 1888.
11
El seductor sevillano.
12
El gran Galeoto, pieza del dramaturgo español José Echegaray, puesta en el Teatro de Korsh, de Moscú.

Imagen: Nikolai Dubovik, Landscape, 2003.