miércoles, 30 de enero de 2008

Chejov a M.V. Kiselióva


Moscú, 13 de septiembre de 1887.

Tengo una lámpara nueva, muy estimada María Vladímirovna1, y todo lo restante es aburrido, gris y viejo, como las réplicas de Ekaterína Vasílievna2. Me gustaría matar su aburrimiento, pero -¡ay!- no hay pólvora. Nuevas ideas no tengo, y las viejas se me confundieron en la cabeza, y parecen unos gusanos en una cajita verde, que han estado unos cinco días al sol. ¿Acerca de qué pues escribir? ¿Acerca de que estoy sin dinero y aislado? Eso usted ya lo conoce…
Mire qué, le describiré pues mi vil conducta. La vida entró por el carril. Almuerzo a las 7, me acuesto a las 2 de la madrugada. El tiempo no lo advierto y no lo siento. Escribo y leo las reseñas. Reseñas hubo muchas, y entre tanto en El heraldo del norte3. Leo y no puedo entender de ningún modo, ¿me elogian o lloran pues por mi alma perdida? “¡Un talento! ¡Un talento! pero, a pesar de eso, apacigua Señor su alma”, tal es el sentido de la reseña. En el crepúsculo4 no va mal.
Dos veces estuve en el teatro de Korsh5, y ambas veces Korsh me rogó, encarecidamente, escribirle una pieza. Yo respondí: con gusto. Los actores aseguran que escribiré bien la pieza, ya que sé jugar con los nervios. Yo respondía: merci. Y por supuesto, la pieza no la escribiré6. Que la escriba Golojvóstikova7, y yo, resueltamente, no tengo ningún asunto ni con los teatros, ni con la humanidad… ¡Que se vayan al diablo!
En estos días vendí un pedacito de mi alma al demonio, nombrado comercio. A la carroña vuelan los cuervos, a los genios los editores. Se presentó en casa Verner8, el cuello de perro, editor de libritos a la manera francesa café-cantante, y me rogó buscarle una decenita de algunos cuentos cómicos. Yo hurgué en mi ridicule9, escogí una docena de pecados juveniles y se los entregué. Él me soltó 150 rublos y se fue. Por condición, los cuentos van sólo en una sola edición, y por la segunda edición una paga especial…10 ¡Si yo no estuviera sin dinero, el cuello de perro recibiría una higa con nueces, ¡pero ay!, estoy más pobre que vuestro burro. ¿No me compraría acaso usted unos cuentos? Para usted, yo rebajaría un rublo por ciento. Tengo más de éstos que larvas en el baño.
Ayer en la casa, desde el almuerzo hasta tarde en la noche, estuvo sentado Tíshechka11 sin el gorrito, y hoy, por primera vez después de nuestra llegada, estuvo Efrós12 con la nariz, con un sombrerito nuevo. Las Yáshenkas13 aún no vinieron. La Zínochka14 sin polisón visita diariamente. A m-lle Syrout15 aún no la vi, pero su imagen no me abandona ni por un instante.

Luego se irguió la espalda entera, perfilada tiernamente por líneas redondas, que se fundían con los finos, suaves contornos del cuello marmóreo, tornasolado en una maravillosa blancura mate, sombreado intensamente por los sedosos cabellos cenizos, que se enredaban con aire provocador16.

Acerca de mis restantes muñecas rotas permítame callar.
El perrito sin espinazo, que nuestro Korniéev17 llama hiena, está saludable. El gato Fiódor Timoféich rara vez viene a casa a jamar, y todo el tiempo restante pasea por los tejados, y echa miradas soñadoras al cielo. Evidentemente, llegó a la conciencia de que la vida es insustancial. Hoy yo y la gentilísima Ma-Pa18 fuimos a fotografiarnos: yo para venderle mis tarjetitas a los admiradores de mi talento, y ella para repartirle a los novios. Mi librito usted lo recibirá segurrramente… Un rublo ruego darle a Alexéi Serguéevich, de quien tengo la desdicha de ser deudor. Sus anécdotas se las mandaré a Léikin19 al instante, en que deje de ser deudor de Léikin, de otra forma él las tomará a cuenta de mi deuda.
Los árboles verdes de la Sadóvaya me recuerdan Bábkino, en el que pasé, como un anacoreta, tres años inadvertidos20 (si sólo se llama anacoreta el hombre que escribe poco, toma vodka por las noches y sufre de bostezos nerviosos).
Reverencias a todos: A Alexéi Serguéevich, Vasilísa con su moneda de cinco francos, Serguéi con sus muñecas y Elizavéta Alexándrovna21. Por el beso, a Ekaterína Vasílievna merci. Se lo pegaré a alguien en lugar del lunar. Los nuestros están todos saludables. Un aburrimiento abrumador. ¿Casarme, o qué?
¡Bueno, que esté saludable y Alá los guarde a todos!
Respetuoso y devoto

A. Chejov.

1María Kiselióva, escritora, dueña de la hacienda Bábkino, donde la familia Chejov pasa los veranos de 1885-1887.
2Ekaterína Vasílievna Nikítskaya, institutriz de los hijos del teniente B.I. Mayévskii, conocido de Voskresiénsk.
3Reseña anónima sobre En el crepúsculo, perteneciente probablemente a Nikolai Mijailóvskii: “El sr. Chejov es un hombre talentoso, su talento es peculiar y simpático, pero hasta ahora se ha elucidado sólo una parte de ese talento peculiar y simpático… la creación crepuscular” (El heraldo del norte, 1887, Nº 9).
4En el crepúsculo, relato de Antón Chejov.
5Fiódor Korsh, dramaturgo, traductor, dueño de un teatro en Moscú.
6Chejov termina de escribir Ivánov a principios de octubre de 1887.
7Olga Golojvástova, escritora.
8Evguénii Verner, poeta, escritor, periodista, redactor de las revistas Alrededor del mundo, El amigo de los niños y El grillo.
9Ridicule (expresión anticuada), bolsita de mano de mujer.
10Palabras inocentes, A. Chejonté (A.P. Chejov), edición de la revista El grillo, M., 1887; no se hace la segunda edición.
11“Tíshechka”, diminutivo de E.I. Tíshko, viejecito oficial que vive en casa de la familia Kiselióv; lleva puesto siempre un gorrito para taparse las cicatrices de las heridas.
12Evdokía Efrós, amiga de María Chejova, hermana del escritor.
13María Yánova y Nadiézhda Yánova, hermanas, conocidas de la familia Chejov, notorias por sus actitudes de “señorita”.
14Zínochka, sobrina de Yákov Korniéev.
15Sirout, amiga de María Chejova, de los Cursos superiores femeninos del profesor V.I. Gere.
16Texto de periódico de origen desconocido, recortado y pegado a la carta.
17Yákov Korniéev, médico terapeuta, dueño de la casa donde vive la familia Chejov de 1886 a 1890.
18Ma-Pa”, apodo de María Chejova, hermana del escritor.
19Nikolai Léikin, humorista, escritor, editor y redactor de la revista Retazos.
20Paráfrasis del poema De nuevo visité…, de Alexánder Pushkin (1835).
21Esposo, hija, hijo e institutriz de los hijos de María Kiselióva.

Imagen: Alexei Sukhovetsky, Sofia's Bank of the Moscow river, 2002.