domingo, 2 de diciembre de 2007

¡¡Se olvidó!!


Alguna vez un mañoso teniente, bailador y faldero, y ahora un hacendado gordito, bajito y ya dos veces enfermo de parálisis, Iván Prójorich Gauptvájtov, extenuado y torturado con las compras de la esposa, entró a un gran almacén musical a comprar unas notas.
-¡Saludos!.. –dijo entrando al almacén. –Permítame…
Un alemán pequeño, parado tras el mostrador, estiró el cuello a su encuentro, y mostró en el rostro un sonriente signo inquisitivo.
-¿Qué ordena?
-Permítame… ¡Hace calor! ¡Un clima tal, que no puedes hacer nada! Permítame… Mmmm… me… Mm… Permítame… ¡¡Me olvidé!!
-¡Acuérdese!
Gauptvájtov puso el labio superior sobre el inferior, arrugó su frente pequeña como un ovillo, levantó los ojos y se quedó pensando.
-¡¡Me olvidé!! ¡Qué, perdona Señor, memoria de demonio! Mire, este… este… Permítame… Mm… ¡¡Me olvidé!!
-Acuérdese…
-Le dije a ella: ¡apúntamelo! Pues no… ¿Por qué no me lo apuntó? No puedo yo pues recordarlo todo… ¿Y puede ser, usted mismo sabe? Una pieza extranjera, se toca así, alto… ¿Ah?
-Nosotros tenemos tanto, sabe, que…
-Bueno sí… ¡Se entiende! Mm… Mm… Deje acordarme… Bueno, ¿cómo hacer pues? Y sin la pieza ir no se puede; Nádia se atormenta, mi hija, o sea; la toca sin notas, sabe, es embarazoso… ¡no eso sale! Ella tenía las notas pero yo, confieso, sin querer, las manché de keroseno, y para que no hubiera gritos, las tiré detrás de la cómoda… ¡No me gustan los gritos de las mujeres! Me mandó a comprarlas… Bueno sí… Fff… ¡Qué gato importante! –Y Gauptvájtov acarició a un gran gato gris, que estaba tumbado sobre el mostrador… El gato empezó a ronronear y se estiró con apetito.
-Bueno… ¡Un canalla, a saber, siberiano!.. De raza, el bribón… ¿Es gato o gata?
-Gato.
-Bueno, ¿qué miras? ¡Jeta! ¡Imbécil! ¡Tigre! ¿Cazas ratones? ¿Miau, miau? ¡Qué memoria de anatema!.. ¡Grande, el bribón! ¿Un gatito de él, aquí, no se puede conseguir?
-No… Hum…
-Si no, lo compraría… Mi esposa, es un horror cómo quiere al prójimo de éste, ¡a los gatos!.. ¿Cómo hacer ahora pues? Todo el camino lo recordé, y ahora lo olvidé… ¡Perdí la memoria, shabbath! Me puse viejo, pasó mi tiempo… Es hora de morir… Se toca así alto, con trucos, solemnemente… Permítame… Ujum… La canto, puede ser…
-Cante… oder… oder… ¡o chíflela!..
-Chiflar en un local es pecado… Mire, en nuestro país, Sidiélnikov chifló, chifló, y se rechifló… ¿Usted es alemán o francés?
-Alemán.
-Así-así, yo por el semblante lo advierto… Bueno que no es francés… No me gustan los franceses… Jriú, jriú, jriú… ¡una puercada! Durante la guerra comían ratones… Chiflaba en su tienda desde la mañana hasta la noche, ¡y rechifló todo su abarrote por una tubería! Está lleno de deudas ahora… Y me debe doscientos rublos… Yo, a veces, la cantaba para mí, con la nariz… Hum… Permítame… La voy a cantar… Espere. Ahora… Ujum… La tos… Me pica la garganta…
Gauptvájtov, tras chasquear tres veces con los dedos, cerró los ojos y empezó a cantar en falsete:
-To-to-ti-to-tom… Jo-jo-jo… Me sale tenor… En casa yo más, siempre, como un tiple… Permítame… Tri-ra-ra… Ujum… En los dientes, se me trabó algo… ¡Tfú! Una semillita… O-to-o-o-uu… Ujum… Me resfrié, debe ser… Tomé cerveza fría en la taberna… Tru-ru-ru… Todo así, arriba… y después, sabe, abajo, abajo… Entra así de costado, y después se toma una nota alta, así, desparramada… to-to-ti… ruuu. ¿Entiende? Y ahí, en ese momento, se toman los bajos: gu-gu-gu-tutu… ¿Entiende?
-No entiendo.
El gato echó una mirada a Gauptvájtov con asombro, se empezó a sonreír, debe ser, y se bajó del mostrador con pereza.
-¿No entiende? Lástima… Por lo demás, yo no así lo canto… ¡Me olvidé por completo, qué fastidio!
-Tóquelo en el piano de cola… ¿Usted toca?
-No, no toco… Toqué el violín alguna vez, en una sola cuerda, y eso así… a lo imbécil… No me enseñaron… Mi hermano Nazár toca… A ese le enseñaron… El francés Rocat, puede ser lo conoce, Benedict Francish, le enseñó… Un francesito gracioso… Le decíamos Bonaparte… Se enojaba… “Yo, dice, no soy Bonaparte… Yo, soy de la república francesa”… Y su morro, a decir verdad, era republicano… Un morro de perro por completo… A mí, mi finado padre no me enseñó nada… A tu abuelo, decía, le pusieron Iván, y tú eres Iván, y por eso tú debes parecerte a tu abuelo en todas tus acciones: ¡a lo militar, bellaco! ¡¡A la pólvora!! Unas ternuras hermano… hermano… Yo, hermano… ¡Yo, hermano, las ternuras no te las permito! El abuelo, en cierto sentido, comía tasajo, ¡y tú come eso! ¡La montura póntela debajo de la cabeza, en lugar de la almohada!.. ¡Me va a tocar ahora en la casa! ¡Me van a comer! Sin las notas no se permite llegar… ¡Adiós, en ese caso! ¡Disculpe la molestia!.. ¿Cuánto vale ese piano de cola?
-¡Ochocientos rublos!
-Fu-fu-fu… ¡Padrecito! Eso se llama: ¡cómprate un piano de cola y anda sin pantalones! ¡Jo-jo-jo! ¡¡¡Ochocientos rub… blos!!! ¡El labio no es tonto1! ¡Adiós! ¡Sprechen sie! Geben sie2 Yo almorcé, sabe, una vez, en casa de un alemán… Después del almuerzo, le pregunto a un señor, alemán también, cómo decir en alemán: “¡Le agradezco humildemente por el pan, por la sal”. Y él me dice… y me dice… Permítame… Y dice: ¡Ich liebe dich von ganzem herzen! ¿Y eso qué significa?
-¡Yo… yo te amo, -tradujo el alemán, parado tras el mostrador, -con todo el corazón!
-¡Ahí tiene! Yo me acerco a la hija de la ama, y le digo así directo… Le entra una confusión… Casi hasta la histeria llegó el asunto… ¡Una comisión! ¡Adiós! Por la mala cabeza duelen los pies3… Así a mí… Una desgracia con la memoria imbécil: ¡unas veinte veces vienes! ¡Que esté saludable!
Gauptvájtov abrió la puerta con cuidado, salió a la calle y, tras dar cinco pasos, se puso el sombrero.
Reprendió a su memoria y se quedó pensando...
Se quedó pensando en cómo llegaría a su casa, cómo se levantarían a su encuentro su esposa, su hija, sus niñitos… Su esposa examinará las compras, lo reprenderá, lo llamará como algún animal, burro o buey… Sus niñitos se lanzarán sobre los dulces y, con exasperación, empezarán a estropear sus ya estropeados estómagos… Saldrá a su encuentro Nádia, con un vestido celeste y una corbata rosada, y le preguntará: “¿Compraste las notas?” Tras oír “no”, reprenderá a su viejo padre, se encerrará en su habitación, empezará a sollozar y no saldrá a almorzar… Después, saldrá de su habitación y, llorosa, muerta de dolor, se sentará al piano de cola… Tocará al principio algo lastimero, cantará algo, tragando las lágrimas… Al atardecer, Nádia se pondrá más contenta y, finalmente, tras suspirar profundo, por última vez, tocará su preferido: to-to-ti-to-to…
Gauptvájtov se golpeó la frente y, como un loco, corrió de vuelta hacia el almacén.
-¡To-to-ti-to-to, esa! –empezó a vociferar, entrando corriendo al almacén. -¡¡Me acordé!! ¡Esa misma! ¡To-to-ti-to-to!
-Ah… Bueno, ahora se entiende. Esa es la rapsodia de Liszt, la número dos… La Hongroise
-Sí, sí, sí… ¡Liszt, Liszt! ¡Que me pegue Dios, Liszt! ¡La número dos! Sí, sí, sí… ¡Hijito! ¡Esa misma es! ¡Carnalito!
-Sí, a Liszt es difícil cantarlo… ¿A usted cuál pues, la original o la facilité?
-¡Alguna! ¡Sólo que sea la número dos, Liszt! ¡Vivaracho ese Liszt! To-to-ti-to… ¡Ja-ja-ja! ¡A la fuerza me acordé! ¡Así mismo!
El alemán tomó un cuaderno del anaquel, lo envolvió con un montón de catálogos y anuncios, y le entregó el envoltorio al solicitante Gauptvájtov. Gauptvájtov pagó ochenticinco kópeks y salió silbando.

1El labio no es tonto (refrán), aproximadamente...
2¡Sprechen sie! Geben sie. ¡Hable!, Dé.
3Por la mala cabeza duelen los pies, (refrán), aproximadamente…

Título original: Zabuil!!, publicado por primera vez en la revista Moskva, 1882, Nº 8, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Valentin Serov, Portrait of Alexander Turchaninov, 1906.