sábado, 8 de diciembre de 2007

El fragmento


El consejero civil activo Kozierógov, al retirarse, se compró una hacienda pequeña y se instaló en ésta. Ahí, imitando en parte a Cincinato, en parte al profesor Kaigoródov, trabajó con el sudor de su frente y apuntó sus observaciones de la naturaleza. Después de su muerte, sus apuntes y restantes inmuebles pasaron, por testamento, a su ama de llaves Márfa Evlámpievna. Como es sabido, la honorable viejecita derrumbó la hacienda señorial, y construyó en su lugar una excelente taberna con venta de bebidas fuertes. En esa taberna había una habitación particular, “limpia” para los hacendados y funcionarios viajeros, y en la mesa de la habitación fueron colocados los apuntes del finado, en caso de que alguno de los viajeros necesitara papel. Una hoja de los apuntes cayó en mis manos; ésta, por lo visto, se remonta al mismo principio de la labor agrícola-gerencial del finado, y contiene lo siguiente:
3 de marzo. La llegada de los pájaros de la primavera ya empezó. ¡Saludos, hijos alados del sur! En vuestro gorjeo dulce como que oigo el deseo: “¡Sea feliz, su excelencia!”
14 de marzo. Le pregunté hoy a Márfa Evlámpievna: “¿Por qué ese gallo canta tan a menudo?” Ella me respondió: “Porque tiene garganta”: Y yo a ella: “¡Yo también tengo garganta, pero no canto!” ¡Cuánto misterio hay en la naturaleza! Sirviendo en Petersburgo comí allí pavo más de una vez, pero lo vi vivo por primera vez sólo ayer. Un ave muy notable.
22 de marzo. Vino el comisario de policía. Platicamos largo tiempo de la virtud, yo sentado y el parado. Entre tanto, me preguntó: “¿Y no quisiera usted, su excelencia, que volviera su juventud de nuevo?” Yo le respondí a eso: “No, no lo deseo, porque siendo joven no tendría este rango”. Él convino conmigo y se fue, por lo visto, emocionado.
16 de abril. Cavé en el huerto, con mis propias manos, dos bancales, y sembré en éstos granos de sémola. No le dije a nadie de esto, para darle una sorpresa a mi Márfa Evlámpievna, a la que debo muchos instantes dichosos de mi vida. Ayer, en el té, habló entre dientes de su complexión largo tiempo, y dijo que su gordura en aumento le molesta ya al pasar por la puerta de la despensa. Yo le observé sobre eso: “Al contrario, almita, la gordura de sus formas le sirve de adorno, y a mí de mayor disposición hacia usted”. Ella se encendió, yo me levanté y la abracé con las dos manos, ya que con una mano no la abarcas.
28 de mayo. Un viejo, al verme junto al baño de las mujeres, me preguntó: ¿para qué estoy sentado aquí? Yo le respondí: “Observo que la gente joven no venga y se siente aquí”. –“Vamos pues a observar juntos”. Tras decir esto, el viejo se sentó junto a mí y nos pusimos a hablar de la virtud”.

Título original: Otrivok, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1892, Nº 16, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Vladimir Borovikovsky, Portrait of A. G. and A. A. Lobanov-Rostovsky, 1814.