jueves, 13 de diciembre de 2007

Chejov a N.A. Léikin


Irkútsk, 5 de junio de 1890.

¡Saludos, buenísimo Nikolai Alexándrovich! Le envío un saludo de alma desde Irkútsk, desde las entrañas siberianas. Llegué yo a Irkútsk ayer por la noche, y me alegra mucho que llegué, ya que me atormenté en el camino, y extrañé a los parientes y a los conocidos, a quienes hace tiempo ya que no escribía. Bueno, ¿sobre qué cosa interesante escribirle? Empezaré por que el camino es sumamente largo. Desde Tiumén hasta Irkútsk, hice a caballo más de tres mil vérstas. Desde Tiumén hasta Tomsk, luché con el frío y con las crecidas de los ríos; los fríos eran terribles, en Ascensión había helada y nevaba, de modo que la pelliza y las botas de fieltro me las pude quitar sólo en Tomsk, en el hotel. En lo que respecta a las crecidas, pues son un castigo egipcio. Los ríos desbordaban las orillas e inundaban las praderas a diez vérstas, y con éstas los caminos; a cada rato tenía que cambiar el carruaje por el bote, los botes no eran de gratis- cada uno costaba un pud de sangre, ya que era necesario estar sentado días enteros en la orilla, bajo la lluvia y el viento frío, y esperar, esperar… Desde Tomsk hasta Krasnoyársk, una lucha desesperada con el fango intransitable. ¡Díos mío, hasta recordar da espanto! Cuántas veces tuve que arreglar mi coche, andar a pie, maldecir, apearme del coche, trepar de nuevo, y demás; sucedía que de estación a estación iba 6-10 horas, y para el arreglo del coche necesitaba 10-15 horas cada vez. Desde Krasnoyársk hasta Irkútsk, un calor y un polvo terribles. A todo esto agregue la hambruna, el polvo en la nariz, los ojos que se cierran por el desvelo, el miedo eterno de que al coche (es de mi propiedad) se le rompa algo, y el aburrimiento… Pero, por lo menos, de todas formas, estoy satisfecho y agradezco a Dios, por que me dio las fuerzas y la posibilidad de emprender este viaje… Vi mucho y viví mucho, y todo es sumamente interesante y novedoso para mí no como literato, sino simplemente como hombre. El Eniséi, la taiga, las estaciones, los cocheros, la naturaleza salvaje, las tierras baldías, las penurias físicas acarreadas por las incomodidades del camino, los placeres obtenidos en el descanso, -todo, tomado en conjunto, es tan bueno que no puedo ni describirlo. Ya sólo el hecho de que yo más de un mes, día y noche, estuve al aire libre –es curioso y saludable; un mes entero diariamente vi la salida del sol de principio a fin.
De aquí voy al Baikál, después a Chitá, Srétiensk, donde cambio los caballos por el barco, y navego por el Amúr hasta mi objetivo. No me apuro, ya que deseo estar en Sajalín no antes del 1ro de julio.
Si pensara escribirme, pues aquí tiene mi dirección: Puesto Alexándrovskii en la i. Sajalín. El correo a Sajalín va a través de Siberia diariamente.
Me preguntaba en su última carta por qué me dirigí por el dinero (Cuentos abigarrados) a Gólik1 y no a usted2. Qué me dice, señor mío, pues usted antes me escribió y dijo, que yo me dirigiera por el dinero, precisamente, a Gólik y no a usted. Por lo demás, es lo mismo. Que esté saludable, dichoso, tranquilo… ¿Qué tiempo tienen ustedes?
Mi respeto a Praskóvia Nikíforovna3 y a Fédia4. Hasta pronto.

Su Homo Sachaliensis
A. Chejov.

El camino a través de Siberia es totalmente seguro. Asaltos no hay.

1Román Gólike, co-editor de la revista Retazos y dueño de una tipografía.
2Antes de la partida a Sajalín, Chejov solicita a Román Gólike, en carta del 31 de marzo de 1890, ajustar cuentas por los Cuentos abigarrados.
3Praskóvia Léikina, esposa de Nikolai Léikin.
4Fiódor Léikin, hijo adoptado de Nikolai Léikin.

Imagen: Burton Holmes, Irkutsk Cathedral, 1901.