domingo, 16 de diciembre de 2007

Chejov a los Chejov


Lístviennichnaya, 13 de junio de 1890.

Paso unos días estúpidos. El 11 de junio, o sea antes de ayer, salimos por la noche de Irkútsk con la esperanza de alcanzar el barco del Baikál, que salía a las 4 de la mañana. Desde Irkútsk hasta el Baikál hay sólo tres estaciones. En la primera estación nos informaron que todos los caballos estaban corriendo, que por eso no se podía ir de ningún modo. Tuvimos que quedarnos a pernoctar. Ayer por la mañana salimos de esta estación y llegamos al Baikál al mediodía. Fuimos al muelle, y a nuestra pregunta recibimos la respuesta, de que el barco saldría no antes del viernes 15 de junio. Significaba, que hasta el viernes debíamos estar sentados en la orilla, mirar el agua y esperar. Ya que no hay nada que no termine, pues yo no tengo nada en contra de la espera, y espero siempre con paciencia, pero el asunto era que el 20, desde Srétiensk, iba un barco hacia abajo por el Amúr; si no lo alcanzábamos, tendríamos que esperar el barco siguiente, que saldría el 30. Señores misericordiosos, ¿cuándo pues llegaré yo a Sajalín?
Fuimos al Baikál por la orilla del Angará, que tiene su origen en el Baikál y desemboca en el Eniséi. Véase la carta. Las orillas son pintorescas. Montañas y montañas, en las montañas bosques continuos. El tiempo estaba maravilloso, sereno, soleado, cálido, yo iba y me sentía, por algo, extraordinariamente saludable; me sentía tan bien, que no se puede describir. Eso, probablemente, tras la estancia en Irkútsk, y porque la orilla del Angará se parece a Suiza. Algo novedoso y original. Fuimos por la orilla, llegamos hasta el estuario y doblamos a la izquierda; allí ya la orilla del Baikál, que en Siberia se llama mar. Un espejo. La otra orilla, por supuesto, no se ve: 90 vérstas. Las orillas son elevadas, abruptas, rocosas, boscosas; a derecha e izquierda se divisan los cabos que se adentran en el mar, al estilo del Ayudág o el Tojtabél de Feodósia. Parece Crimea. La estación Lístviennichnaya está situada junto al agua misma y se parece asombrosamente a Yalta; si hubiera casas blancas, sería Yalta por completo. Solamente en las montañas no hay construcciones, ya que las montañas son demasiado verticales y construir sobre éstas no se puede.
Alquilamos un apartamento-cobertizo, que recuerda cualquiera de las casas de campo de Kraskóvskii. En las ventanas, a unos 2-3 arshínes del cimiento, empieza el Baikál. Pagamos un rublo por día. Las montañas, los bosques, el espejismo del Baikál –todo se envenena por la idea de que deberemos estar aquí hasta el viernes. ¿Qué vamos a hacer aquí? Para colmo, aún no sabemos qué comer. La población se alimenta sólo de cebolla silvestre1. No hay ni carne, ni pescado; leche no nos dieron, sólo la prometieron. Por un pequeño pancito blanco nos arrancaron 16 kop. Compré grano de alforfón y un pedacito de cerdo ahumado, mandé a hacer unas gachas; no es rico, pero no hay nada que hacer, hay que comer. Toda la noche buscamos por el pueblo a alguien que nos vendiera acaso una gallina, y no hallamos... ¡En cambio vodka hay! El hombre ruso es un gran cerdo. Si le preguntas por qué no come carne y pescado, pues él se justifica con la ausencia de transporte, vías de comunicación y demás, pero vodka, entre tanto, hay hasta en los pueblos más apartados, y en la cantidad que le plazca. Y, entre tanto, parecería que conseguir carne y pescado es mucho más fácil que vodka, que es más caro y más difícil de cargar... No, debe ser, que tomar vodka es mucho más interesante que tomarse el trabajo de pescar en el Baikál o criar ganado.
A medianoche llegó un barquito; fuimos a mirarlo y, a propósito, a preguntar si no tenían algo de comer. Nos dijeron que mañana se podría recibir almuerzo, pero que ahora era de noche, la cocina no estaba encendida, y demás. Agradecimos por el “mañana” –¡con todo era una esperanza! ¡Pero ay!, entró el capitán y dijo que el barquito se iba a las 4 de la mañana a Kultúk. ¡Agradecimos! En el buffet, donde uno no puede voltearse –así es de pequeño, nos tomamos una botella de cerveza amarga (35 kop.), y vimos unos abalorios de ámbar en un plato –era caviar de omul. Regresamos a casa –y a dormir. Me repugnó dormir. Cada día extiendes en el suelo la pelliza con la lana para arriba, a la cabeza pones el paletó arrugado y la almohadita, duermes sobre esos bultos en pantalones y chaleco... Civilización, ¿dónde estás?
Hoy llueve y el Baikál se ahogó en la niebla. “¡Entretenido!” –diría Semáshko. Es aburrido. Habría que sentarse a escribir, pero con mal tiempo no se trabaja bien. Se prevé un aburrimiento inmisericorde; si estuviera solo, no sería nada aun, pero conmigo están los tenientes y el doctor militar, que aman hablar y discutir. Entienden de poco, pero hablan de todo. Uno de los tenientes, además, es aun un poco Jlestakóv y fanfarrón. En el camino hay que estar seguro solo. Estar en el coche o en la habitación con tus ideas, es mucho más interesante que con la gente. Además de los militares, con nosotros va el alumno del Colegio técnico de Irkútsk, Inokéntii Alexéevich, un muchacho parecido a ese Napolitano2 que decía “decem3”, pero más inteligente y bondadoso. Lo tomamos para llevarlo hasta Chitá.
Felicítenme: mi carruaje personal lo vendí en Irkútsk. Cuánta ganancia obtuve no lo diré, de otra forma mamásha se caerá desmayada y no va a dormir en cinco noches.
Esta carta la recibirán, debe ser, el 20-25 de julio, y quizás más tarde. Una-dos cartas las voy a dirigir aún a Súmi, y después empezaré a enviarlas a Moscú. Pero, ¿a qué dirección? Habrá que inventar algo. Vuestra dirección moscovita me la enviarán seguro por telégrafo4. ¿A dónde? Ustedes van a saber.
Me alegra mucho, Másha, que estuviste en Crimea. Yo te envié a Yalta un telegrama a nombre de la tienda de Asmólov, y del sentado en ésta, hebreo Sinani. ¿Lo recibiste acaso? Ahí había una respuesta a Gorodiétskii, que me obsequió un larguísimo telegrama. A duras penas Gorodiétskii cocinará la papilla. En primer lugar, él escribir no sabe, y en general es incapaz, como todos los hebreos bautizados, y en segundo, el viaje de Vishnegoródskii5 a Asia no es tan interesante, como para que valga “enviarlo en comisión” (o sea, darle viáticos, dietas y demás), de corresponsal.
Que estén saludables y no se aburran. ¿Dónde está Iván? A él una reverencia. A Ivaniénko y Semáshko también, a Jamais también. A los Lintvarióv los reverencio hasta los pies por el telegrama.
La neblina se disipó. Veo las nubes sobre las montañas. ¡Ah, que el lobo me coma! El Cáucaso, nada menos...
Hasta pronto.

Vuestro Homo Sachaliensis
A. Chejov.

1Cebolla silvestre de pantano.
2Napolitano, auxiliar de laboratorio en una farmacia de Zvienígorod.
3Decem, diez.
4Los Chejov, al marcharse en el verano de 1890 a Súmi, pensaban cambiar de apartamento cuando regreseran a Moscú.
5Iván Vishnegrádskii, científico, miembro de la Academia de ciencias de Petersburgo, ministro de finanzas.

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