lunes, 24 de diciembre de 2007

Chejov a E.Y. Chejova


Puesto Korsakóvskii, 6 de octubre de 1890.

¡Saludos, querida mamá! Le escribo esta carta casi en vísperas de mi partida a Rusia1. De un día a otro esperamos el barco de la Flota voluntaria, y confiamos en que llegará no más tarde del 10 de octubre. Esta carta la envío a Japón, de donde irá a usted a través de Shangai o de América. Vivo en el puesto Korsakóvskii, donde no hay ni telégrafo, ni correo, y a donde entran las naves no más a menudo, que una vez cada dos semanas. Ayer llegó el barco y me trajo del norte un montón de cartas y telegramas. Por las cartas supe que a Másha le gustó Crimea, pienso que el Cáucaso le gustará más; supe que Iván no puede cocinar su papilla magisterial de ningún modo, vacilando entre el aquí y allá. ¿Dónde está él ahora? ¿En Vladímir? Supe que Mijáilov2, gracias a Dios, todo el verano no tuvo lugar, y vivió por eso en casa, que usted estuvo en las Montañas santas, que el Recodo estuvo aburrido y lluvioso. ¡Extraño asunto! Ustedes tienen lluvia y frío, y en Sajalín, desde mi misma llegada hasta hoy, hace un tiempo despejado, cálido; los fríos ligeros con escarcha se producen por la mañana, la nieve blanquea en una de las montañas, pero la tierra está aún verde, las hojas no se cayeron, y todo en la naturaleza está favorable, como mayo en la casa de campo. ¡Aquí tiene Sajalín! Supe asimismo por las cartas, que en Bábkino hizo un verano excelente, que Suvórin está muy satisfecho con su casa, que Nemiróvich-Dánchenko3 se aburre, que a Ezhóv, el pobrecito, se le murió la esposa, que, finalmente, Ivaniénko se escribe con Jamais, y que Kundásova desapareció no se sabe dónde. Ivaniénko va a matar conmigo, y Kundásova, probablemente, ya camina por la calle de nuevo, agita las manos y llama a todos basura, y por eso no me apuro a llorarla.
Ayer, a medianoche, oí la sirena de un barco. Todos saltamos de la cama: ¡hurra, llegó el barco! Nos vestimos, fuimos con un farol al muelle, miramos a la lejanía –en efecto, los fanales de un barco. La mayoría decidió que era el Petersburgo, donde yo iría a Rusia. Me alegré. Nos montamos en el bote y navegamos hacia el barco... Navegamos, navegamos, finalmente vemos en la niebla el cuerpo oscuro del barco; uno de nosotros grita con voz ronca: “¿Qué buque es?” Y recibimos la respuesta: ¡El Baikál! ¡Tfú, tú, anatema, qué desilusión! Extrañé, y Sajalín me cansó. Pues ya hace tres meses que no veo a nadie, excepto forzados, o a esos que saben hablar sólo de presidio, látigos y forzados. Una vida abatida. Quisiera llegar rápido a Japón, y de ahí a la India.
Yo estoy saludable, si no contar el centelleo del ojo, que suelo tener ahora a menudo, y después del que, cada vez, me duele la cabeza fuertemente. El centelleo del ojo lo tuve ayer, y hoy, y por eso escribo esta carta con dolor de cabeza y pesadez en todo el cuerpo. Las hemorroides también se hacen sentir.
En el puesto Korsakóvskii vive el cónsul japonés Kuze-San, con sus dos secretarios, mis buenos conocidos. Viven como europeos. Hoy la administración local fue a verlos en desfile completo, a imponerles las órdenes concedidas; y yo también fui con mi dolor de cabeza y tuve que tomar champagne.
Viviendo en el sur, fui unas tres veces del puesto Korsakóvskii a Naibushi, donde rompe la auténtica ola oceánica. Vean la carta y la costa oriental de la parte sur, ahí hallarán este abatido, pobre Naibushi. Las olas arrojaron un bote con seis americanos cazadores de ballenas, que sufrieron un naufragio en las costas de Sajalín; viven éstos ahora en el puesto, y se pasean con aire respetable por las calles4; esperan el Petersburgo y zarparán conmigo.
A principios de septiembre le envié una carta a través de S. Francisco. ¿La recibió?
Una reverencia a papásha, mis hermanos, Másha, tía con Aliója, Mariúshka, Ivaniénko y a todos los conocidos. Pieles no llevaré, no hay en Sajalín. Que estén saludables, que el cielo los guarde a todos.

Vuestro, Antón.

A todos les llevaré regalos. El cólera en Vladivostók y Japón cesó.

1Chejov sale del puesto Korsakóvskii el 13 de octubre de 1890.
2Alexánder Sheller (“A. Mijáilov”), escritor.
3Vasílii Nemiróvich-Dánchenko, dramaturgo, literato, pedagogo teatral y crítico.
4En su Diario de Sajalín Chejov recuerda: “18 de septiembre. Puesto Korsakóvskii. Interrogaron en la jefatura de policía a unos cazadores de ballenas americanos, que sufrieron un naufragio. Cinco americanos y un negro. Éstos contaron que el capitán de la nave los mandó en una chalupa a perseguir a una ballena; arponearon a la ballena y fueron tras ésta a remolque; por la marcha fuerte la chalupa hizo agua, tuvieron que cortar el remolque y soltar a la ballena. Llegaron las tinieblas, la nave no se veía. Por la mañana la neblina… sufrieron tormenta después en el mar cuatro días, teniendo consigo sólo 10 libras de pan. Fueron arrojados a la costa sur-oriental de Sajalín, en el l. Tonyn” (Obras, tomo XVII, pag. 221).

Imagen: Edouard Manet, The Toilers of the Sea.