martes, 11 de diciembre de 2007

Chejov a A.S. Suvórin


Tomsk, 20 de mayo de 1890.

¡Finalmente, saludos! ¡Reciba el saludo de un hombre siberiano, gentil Alexei Alexéevich! Lo extrañé a usted y la correspondencia terriblemente.
No obstante, empezaré por el principio. En Tiumén me dijeron que el primer barco a Tomsk salía el 18 de mayo. Tuve que galopar a caballo. Los primeros tres días me dolían todos los tendones y las articulaciones, después me acostumbré y no sentía ninguna dolencia. Sólo por la falta de sueño y el constante tráfago con el equipaje, por los saltos y la hambruna, tuve unos esputos hemorrágicos que me echaron a perder el estado de ánimo, fuera de eso sin importancia. Los primeros días era tolerable, pero después sopló un viento frío, el cielo se vino abajo, los ríos inundaron las praderas y los caminos. A cada rato, tenía que cambiar el coche por el bote. Sobre mi lucha con la crecida y el fango leerá usted en las hojas adjuntas; yo ahí omití que mis botas grandes resultaron estrechas, y que caminé por el fango y el agua en botas de fieltro, y que mis botas de fieltro se convirtieron en gelatina. El camino era tan infame, que en los últimos dos días de mi voyage hice sólo 70 vérstas.
Al partir, le prometí enviarle las notas de viaje, empezando desde Tomsk, ya que el camino entre Tiumén y Tomsk hace tiempo ya que fue descrito, y se explotó miles de veces. Pero usted, en su telegrama, expresó el deseo de tener mis impresiones siberianas lo más rápido posible, e incluso, señor, tuvo la crueldad de reprocharme por mala memoria, o sea, por que yo, al parecer, lo olvidé a usted. En el camino, escribir era positivamente imposible; yo llevaba un diario breve con lápiz, y puedo proponerle ahora sólo lo que está anotado en ese diario. Para no escribir muy extenso y no enredarme, todas mis impresiones anotadas las dividí en capítulos. Le envío seis capítulos. Están escritos personalmente para usted. Escribí sólo para usted, y por eso no temía ser demasiado subjetivo en mis anotaciones, y no temía que en éstas hubiera más de sentimientos e ideas chejovianas que de Siberia. Si encuentra algunas líneas interesantes y dignas de publicación, pues entréguelas al generoso público, firmándolas con mi apellido, y publicándolas asimismo en capítulos separados, a cuentagotas. Se les puede dar el título general Desde Siberia1, después Desde el Zabaikál, después Desde el Amúr2, y demás.
Una nueva porción recibirá desde Irkútsk, a donde voy mañana, y a donde voy a ir no menos de 10 días –el camino es malo. Le enviaré de nuevo varios capítulos, y voy a enviarle, con independencia de que los vaya a publicar o no. Lea, y cuando le canse, pues telegrafíeme: ¡Cálmate!
Todo el camino pasé un hambre de perro. Me llené la panza con pan, para no soñar con turbot3, espárragos y demás. Soñé hasta con papilla de alforfón. Soñé durante horas enteras.
En Tiumén me compré un embutido para el camino, ¡pero qué clase de embutido! Cuando te llevabas un pedazo a la boca, sentías un olor en la boca, como si entraras a la caballeriza en el mismo momento, cuando los cocheros levantan el peal; y cuando empezabas a masticar, pues una sensación como si asieras con los dientes el rabo de un perro embarrado en alquitrán. ¡Tfú! Comí dos veces y lo arrojé.
Recibí un telegrama y una carta suya, donde me escribe que quiere editar un diccionario enciclopédico4. No sé por qué, pero la noticia de ese diccionario me alegró mucho. ¡Edítelo hijito! Si le sirvo de colaborador, le concederé noviembre y diciembre, voy a vivir esos meses en Peter. Voy a estar sentado del día a la noche.
Mis notas de viaje las pasé en limpio en Tomsk, en un infame ambiente de número, pero con esmero y no sin el deseo de complacerlo. Pienso, está aburrido en Feodósia y tiene calor, que lea un poco sobre el frío. Estas notas le van en lugar de la carta, que se me acumuló en la cabeza durante todo el camino. Por eso me enviará usted a Sajalín todos sus folletines críticos, excepto los dos primeros, que ya leí: disponga asimismo que me envíen allá la Etnografía5 de Peshel, excepto los dos primeros números, que ya tengo.
El correo a Sajalín va por mar y a través de Siberia; significa que si me van a escribir, voy a recibir correspondencia a menudo. No pierda mi dirección: i. Sajalín, puesto Alexándrovskii.
¡Ah, cuántos gastos! ¡Un horror! Gracias a la crecida pagué a los cocheros en todas partes casi el doble, y a veces el triple, ya que es un trabajo de galeote, infernal. Mi maleta, mi gentilísimo baulito, resultó incómodo en el camino: ocupa mucho lugar, se va de lado, truena y, lo principal –amenaza con romperse. “¡No lleve baúles consigo al camino lejano!” -me decían las buenas gentes, pero yo recordé ese consejo sólo a la mitad del camino. ¿Y qué? Dejé mi maleta en Tomsk deportada, y en su lugar me compré cierta infame de piel, que tiene la comodidad que se extiende en el fondo de la calesa, como le plazca. Pagué 16 rublos. Después... galopar en posta hasta el Amúr –es una tortura. Te golpeas tú y todo tu equipaje. Me aconsejaron comprar un coche. Lo compré hoy por 130 rub. Si no consigo venderlo en Srétiensk, donde termina mi camino a caballo, pues me quedaré con un palmo de narices y a medio pelo. Hoy almorcé con el redactor de El heraldo de Siberia, Kartamíshev. Un Nozdrióv local, una natura amplia... Me bebí 6 rublos.
¡Stop! Me informan que desea verme el ayudante del comisario de policía. ¿¡¿Qué pasa?!?
Falsa alarma. El policía resulta aficionado a la literatura e incluso escritor; vino por adoración. Fue a la casa por su drama y, al parecer, quiere obsequiarme con éste... Ahora vendrá y de nuevo me molestará escribirle6.
Escríbame de Feodósia, de Tolstoi, del mar, de los novillos, de los conocidos comunes.
¡Anna Ivánovna, saludos! El Señor la bendiga. Pienso en usted a menudo.
Una reverencia a Nastiúsha y a Bória. Con toda el alma estoy dispuesto, para placer de ellos, a arrojarme a las fauces de un tigre y pedirles auxilio, pero -¡ay!, a los tigres aún no llegué. Hasta ahora, de las fieras de piel de Siberia, vi sólo muchas liebres y un ratón.
¡Stop! Regresó el policía. El drama no lo leyó, aunque lo trajo, pero me obsequió un cuento. No está mal, sólo que muy local. Me mostró una barrita de oro. Pidió vodka. No recuerdo ni un intelectual siberiano que, al venir a verme, no pidiera vodka. Dijo que se hizo de una “amantita” –una mujer casada; me dio a leer la petición a un nombre ilustrísimo, con motivo del divorcio. Después me propuso ir a ver las casas de tolerancia de Tomsk.
Regresado de las casas de tolerancia. Repulsivo. Dos de la madrugada.
¿Para qué Alexéi Alexéevich está en Riga? Usted me escribió de eso. ¿Cómo está su salud? Ahora ya voy a escribirle con dedicación desde cada ciudad, y desde cada estación donde no me van a dar caballos, o sea, donde me obliguen a pernoctar. ¡Y cómo me alegra cuando me quedo en algún lugar a pernoctar por necesidad! No alcanzas a caer en la cama, cuando ya duermes. Aquí, cuando viajas y no duermes de noche, aprecias el sueño por encima de todo; en la tierra no hay placer más elevado que el sueño cuando quieres dormir. En Moscú, en Rusia en general, como ahora entiendo yo, nunca quería dormir. Me acostaba sólo porque es necesario. ¡En cambio ahora! Aún otra observación: en el camino no se quiere alcohol en absoluto. Yo no podía beber. Fumaba mucho. Se piensa mal. Las ideas como que no concuerdan. El tiempo pasa rápido, de modo que no adviertes en absoluto el tiempo desde las 10 de la mañana hasta las 7 de la noche. Tras la mañana pronto llega la noche. Así sucede durante una larga enfermedad. Por el viento y las lluvias la cara se me cubrió de escamas de pescado y, al mirarme en el espejo, no reconozco los anteriores rasgos bondadosos.
Tomsk no la voy a describir. En Rusia todas las ciudades son iguales. Tomsk es una ciudad aburrida, beoda; mujeres bonitas no hay en absoluto, una ausencia de derechos asiática. Es notable la ciudad por que en ésta mueren los gobernadores.
Lo abrazo fuertemente. A Anna Ivánovna le beso las dos manos y la reverencio hasta el suelo. Está lloviendo. Hasta pronto, que esté saludable y dichoso. Si mis cartas son breves, descuidadas o secas, pues no se queje, ya que en el camino no siempre se puede ser uno mismo ni escribir como se quisiera. Los tinteros son infames, y en la pluma se asientan eternamente como unos pelitos y basuritas.

Suyo, A. Chejov.

Descríbame su casa de Feodósia. ¿Le gusta acaso?

1Desde Siberia, crónicas publicadas en junio de 1890 en Tiempo nuevo; Por Siberia, otras tres crónicas publicadas en julio y agosto del mismo año en Tiempo nuevo.
2Desde el Zabaikál y Desde el Amúr no son escritas.
3Turbot, pez comercial.
4El propósito no se realiza.
5Etnografía, del geógrafo alemán Oscar Peshel, publicada en 1890 por Alexéi Suvórin.
6P.P. Arshaúlov, ayudante del Jefe de policía de Irkútsk. Publica en El heraldo de Siberia sus crónicas De la vida de la oscura gente siberiana, y en 1891 su pieza Fátima.
En su artículo de El observador siberiano, V. Dolgorúkii escribe: “El círculo de la hermandad de escritores de Tomsk, en aquel tiempo, era muy reducido; se editaba un periódico, El heraldo de Siberia, cuyo redactor era el (…) de V.P. Kartamíshev. Antón Pávlovich pasó todo el tiempo en ese círculo, con varios colaboradores de El heraldo de Siberia, entre los que estaba yo… Almorzamos juntos unas dos-tres veces, tuvimos pláticas amistosas; gestionamos para que Antón Pávlovich se comprara un carruaje de camino, para la ruta restante y demás. La persona suave, simpática de Antón Pávlovich cautivaba enseguida, y pronto conquistó la simpatía de cada uno. Decía en broma: ‘Voy a hacer unos grívienniks’” (Tomsk, 1904, Nº 7-8).

Imagen: Ivan Shishkin, Misty Morning, 1885.